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Un objeto mágico

En el verano del año 2003 viajé a Los Ángeles para conocer a mi tío cineasta Ray Rivas. Más allá del afecto que mi familia le profesa, Ray fue mi mentor en el camino hacia la cinematografía. Con él cambió mi perspectiva sobre el cine; aprendí mucho sobre la vida y amplié el alcance de mi mirada. Ray me llevó a mi primer rodaje como luminotécnico y allí conocí al Gaffer Clark Postal, que había trabajado con Ray en Holywood. Durante el rodaje, Clark me regaló su objeto más preciado: un fotómetro. Me ha acompañado desde entonces; fue la herramienta principal durante mis años como iluminador y aún lo utilizo de vez en cuando. Verlo me recuerda la ilusión de entonces, el orgullo de alcanzar objetivos imposibles y el cariño de mi tío hacia mí y hacia mi familia.

La principal funcionalidad de un fotómetro es registrar la intensidad de la luz para una posterior exposición en cámara, bien sea de manera incidente – es decir, la luz que llega hasta el sensor – o de manera reflejada – esto es, la luz que irradia un objeto o persona al ser impactada por el haz de una luminaria –. Responde a la necesidad universal de retratar la realidad y contar historias, registrando los valores idóneos en una emulsión fotográfica; se relaciona con prácticas sociales tan dispares como el retrato, la producción de películas, o la ilustración de libros.

 

El Weston Master II de 1945, exposímetro basado en una célula de selenio. Los autodenominados coleccionistas conservan objetos antiguos por ser éstos considerados como únicos y singulares en las sociedades de las que forman parte; este concepto se denomina en antropología «patrimonialización» y puede considerarse una actividad innata a la naturaleza del ser humano (Rosado de Rueda F., 2017).

 

Mi fotómetro es un aparato electrónico de fabricación japonesa, si bien el primer fotómetro de la historia – o “astrómetro” como él lo llamaba – se le atribuye a John F. W. Herschel y era poco más que una escala en base a los valores lumínicos de la luna (Hudon P. y Poulin G., 2016). El primer instrumento comercial basado en tests de exposición fotográfica data del 1848 bajo el nombre de “fotografómetro”; de ahí se pasó a “actinómetros” basados en papel sensitivo, y ya a principios del XX se popularizaron los llamados “medidores de extinción”, ancestros directos de los actuales fotómetros (Early Photography, s.f.). Los más populares fueron los de los años treinta, de naturaleza fotoeléctrica. Mi Minolta Autometer III se fabricó sobre 1980 y pasó a la historia por ser el primero con pantalla LCD (Zahn C., s.f.); gracias a una pegatina trasera, sé que fue calibrado en 1993.

 

Aparatos electrónicos como éste pueden convertirse en símbolos sociales capaces de trascender al ciclo de vida que se le presupone como producto, incluso pasando de generación a generación. La Tecno-Antropología estudia estas circunstancias, y en especial los valores y posiciones normativas que influencian a los humanos durante el diseño de tecnología (Contreras Cardeño J. y Borsen T., 2021).

 

El fotómetro no es un objeto universal, pero cuenta con múltiples dimensiones culturales. La fotometría se remonta al 129 a.C. cuando Hiparco de Rodas clasificó 850 estrellas en función de su brillo (Miles R., 2006). La humanidad ha investigado el firmamento desde el principio y el éxito en su análisis ha estado siempre condicionado por la correcta medición de la luz. La fotografía ha de considerarse por lo tanto no sólo desde su dimensión lúdica o su función como registro histórico, sino también como el avance tecnológico que facilitó el estudio astronómico. Pero existen más dimensiones. Las celulas fotosensibles, originalmente fabricadas a partir de placas de selenio (Monje Arenas L., s.f.), acabaron derivando en las células fotovoltaicas y más tarde evolucionaron en espectrofotómetros de infrarrojos y ultravioletas que en los años 50 posibilitaron la aparición de las espectroscopias atómicas o moleculares (Wood R., 2014). Gracias a los fotómetros y colorímetros, es también posible analizar aguas residuales e incluso controlar el tratamiento sobre aguas potables (Deloya Martínez A., 2006).

Los fotómetros de mano simbolizan también una posición jerárquica y una relación de poder en la cultura fílmica, pues es la herramienta principal del Director de Fotografía o Iluminador; su alto coste añade un componente humanista estableciendo una escala de clase, condición que se agrava por el hecho de ser considerado un instrumento personal e intransferible. También adquiere significado en el estudiante, que lo ve como puerta hacia la adquisición de habilidades, al reconocimiento de sus pares, y a la consecución de una trayectoria laboral satisfactoria. A un nivel más abstracto, aquel que es capaz de “medir la luz” es de algún modo un «mago moderno», a medio camino entre el artista y el profesional técnico. El avance de la tecnología en el tiempo ha restado importancia al fotómetro en tanto los visores electrónicos facilitan la exposición; no obstante, su mística sigue presente y aquellos cineastas que hacen uso de él se visten hoy de conceptos como la experiencia, la sabiduría o el perfeccionismo.

 

En la imagen, tres «objetos de poder» a los que me encuentro muy ligado, fruto de mi experiencia americana. A lo largo de la historia, las civilizaciones han atribuido un valor metafísico a diversos utensilios; un claro ejemplo son las reliquias religiosas o los talismanes esotéricos. Sólo la superstición parece justificar que un ser humano pueda llegar a convertirse en siervo de sus instrumentos, pero parece obvio que ciertos objetos moldean nuestro inconsciente gracias al significado que les otorgamos (Dorenbaum D., 2019).

 

Su diseño ligero, sumado a la omnipresente célula fotosensible y el panel LCD, habla del análisis antropológico inherente: el cineasta necesita un objeto portátil, preciso en la medición y legible; sin una interpretación de las necesidades reales, no prevalecerían estas funcionalidades.

 

Imágenes y licencias

  • La imagen del fotómetro Weston pertenece a «camaracoleccion.es»; todos los derechos reservados. Se utiliza en el presente trabajo bajo el derecho de cita e ilustración para fines educativos regulado por el artículo 32 de la TRLPI, Decreto Legislativo 1/1996 del 12 de Abril.
  • La fotografía «objetos de poder» cuenta con autoría de Benjamín José Trillo Díaz y se publica bajo licencia CC BY-SA 3.0 (Compartir igual).
  • La infografía e ilustración sobre el fotómetro cuenta con autoría de Benjamín José Trillo Díaz y se publica bajo licencia CC BY-SA 3.0 (Compartir igual).
  • Todos los textos del presente trabajo pueden reproducirse con atribución; en caso de reproducción de cita debe atribuírsele el texto al autor tal y como se especifica en este artículo. Referencia bibliográfica: (Ben Díaz, 2022).

 

Bibliografía

Debate2en Un objeto mágico

  1. José Antonio Sánchez González de Ubieta says:

    Hola, Ben,

    Muy interesante tu aportación sobre el fotómetro y su importancia para el campo de la imagen.

    En la fábrica en la que trabajo el uso del fotómetro es fundamental para establecer las condiciones de trabajo de personal de oficina y de línea de producción, y se realizan mediciones antes de establecer un puesto. Existen exigencias distintas para cada tarea, y algunas, relacionadas con la revisión de las soldaduras de la carrocería, están claramente definidas por estándares internacionales, para garantizar la seguridad del vehículo.

    También se usan para garantizar el correcto funcionamiento de cámaras de visión artificial y lectores de códigos QR, así que se convierten en imprescindibles en campos muy diversos, conectados por algo tan etéreo y necesario como es la luz.

     

    Saludos,

    Toño

  2. Benjamín José Trillo Díaz says:

    ¡Gracias por tu comentario, Toño!

    Me surge la duda de si usáis un fotómetro exposímetro como el que se utiliza en cine o fotografía – es decir, con lecturas para ajustas de cámara en números F, ASA y velocidad de obturación -, o si usáis luxómetro para medir iluminancia (es decir, luxes a una distancia dada), como indico en el gráfico. Y supongo también que medís luz incidente.

    En efecto, esta es otra dimensión cultural; la legalidad marca unos ciertos valores mínimos de iluminancia en los espacios de trabajo y cada vez es más frecuente ver indicaciones con respecto a la temperatura de color idónea para los ritmos circadianos. ¿Me pregunto si trabajas en una agencia de arquitectura? He trabajado como Product Manager en un fabricante de luz arquitectónica y utilizábamos mucho DIALux para las predicciones.

    Gracias por compartir tu reflexión.

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